Sunday, January 15, 2006

Death to the Pixies (1987-1991)


En Noviembre del año 2000 entré al Fnac de la Plaza Cataluña en Barcelona, subí por las escaleras mecánicas hasta el segundo piso y me sumergí por horas en una inmensa cantidad de Discos y libros… al dia siguiente volví, y al siguiente, y al siguiente y así como por casi una semana… Mi tesoro más preciado de ese eterno ir y venir es el Disco que lleva el mismo título de éste post… Por qué???, creo que eso se puede explicar en la presentación del disco… escrita por Gary Smith en 1997 y plagiada por SebastiándelaGente en las próximas 111 líneas… Vamos!

Tres Jóvenes que visten camisetas de Rock beben refrescos en una mesa contigua a la mía en la terraza de un café mientras intento escribir estas notas. No dan la impresión de estar fuera de lugar con sus ropas alternativas, a pesar de que están a mas de cien millas de cualquier emisora de radio que merezca la pena escuchar. Aquí no hay clubes de Rock. Aquí no hay tiendas de discos de moda. Sólo existe la moderna fábrica de la vida en la que MTV ha impuesto el tono y en la que el rock alternativo ha puesto el contenido para la homogeneización del mundo. Es un paraíso monocromático y uniforme de costa a costa, y cualquier intento por vestir “alternativamente” es inmediatamente asumido por algún diseñador neoyorkino que plasma la misma individualidad torturada en un anuncio a doble página de Vanity Fair, Details o Q. En realidad sería igual de fácil que estos jóvenes fuesen la foto de un anuncio de una colonia unisex, que fans del rock’n roll. Mientras tanto un gigantesco dirigible de Fuji vuela por encima de nuestras cabezas y una atónita anciana ruega a los transeúntes que miren hacia arriba. “¡Vamos!”, implora, “no es algo que se vea todos los dias”. Pero indudablemente lo hace porque nadie le presta atención, independientemente de la brillante y parpadeante máquina voladora que flota por encima de ellos.
Las cosas han cambiado mucho en diez años. En Septiembre de 1987 Ronald Reagan era el presidente de los Estados Unidos de América. LA Unión Soviética todavía era una potencia mundial comunista. Rick Astley coronaba las listas de éxito británicas y “Bad” de Michael Jackson era el número uno de Billboard. En Septiembre de 1987 la escena “underground”, que había vomitado iluminados como Hüsker Dü, The Replacments o R.E.M., todavía no era lo suficientemente importante para la economía de masas como para tener un género propio llamado “Música Alternativa”. Para la mayoría de la gente nisiquiera existía. En Septiembre de 1987, Los Pixies llegaron para conquistar a los jóvenes. El mundo era un lugar diferente.
Diez meses antes ví a los Pixies aterrizar en el escenario de The Rat en Boston y, con o sin la ayuda otorgada por la retrospectiva, fue una experiencia de otro mundo. No había nadie que se les pareciese. No había nadie como ellos. No tenían ni idea de lo que estaban haciendo o de que podrían cambiarlo todo. Allí estaba ese muchacho rubio, cantando en castellano e inglés alternativamente y de repente, sin avisar, gritando histéricamente como si un platillo volador hubiese despegado con su hermana pequeña, si la hubiese tenido. El Guitarra solista hacía todo tipo de ruido con su guitarra excepto aquellos que tu esperaba que hiciese, y estoy prácticamente seguro de que, durante la última canción, rompió todas las cuerdas del instrumento y no habría resultado extraño que lo hubiese seguido tocando.
Mientras tanto, la sección rítmica parecía perfectamente normal, lo que resultaba la parte mas confusa de la foto. El Batería, que abusaba de los juegos de mañabares con sus baquetas, conectaba con la bajista como si fueran siameses. Ella tenía un aspecto decididamente anti-rock y una sonrisa que podía noquear a cualquier hombre. Todo esto contrastaba con la locura que emanaba de los otros dos. Los Pixies estaban ahí arriba como si fueran los dueños del garito exhibiendo mas autoridad con su caos unidireccional de la que confiere estar en una banda nueva. No pertenecían a la linea común de adolescentes sin problemas. Algo distinto se estaba gestando.
Cuando se acabo el concierto me infiltré en el camerino y tímidamente rogué alos Pixies que viniesen al estudio conmigo. Después de unas cuántas llamadas de teléfono y de una charla ante cervezas, Charles Thompson (todavía no era Black Francis) vino a mi departamento para pasar revista a las canciones – fanfarroneando como si fuera Mardi Gras – como ensayo para grabar en Fort Apache. El tenía un arma secreta evidente, incluso con una guitarra acústica, compuesta por estrofas tranquilas y estribillos explosivos. Esa lógica esencial emparentaba con las canciones, sin importar lo extrañas, depravadas o absurdas que fueran. A donde fuera que fuesen las canciones me hacían sentir como un conspirador o un testigo inconsciente de la escena de un sórdido crimen. Grabé todo esto en cinta como parte de mi colección “Bandas Sonoras Culinarias” mientras se hacía la pasta en la cocina. La semana siguiente se la puse a un periodista del N.ME que estaba de gira por América con Throwing Muses y creo que le causó una gran impresión.
Un mes más tarde mas o menos, Los Pixies entraban en el estudio, un destartalado almacén en la parte baja de la ciudad. Allí permanecimos durante tres dias y sus noches, sobreviviendo a base de Sándwiches y cerveza hasta el punto de que el mundo exterior ya no nos importaba. Charles acababa de terminar la música de “Levitate Me” y todavía se estaba peleando con la letra, aceptando todo tipo de sugerencia. Pero cuando la grabadora se puso en marcha y se quedó solo en la cavernosa sala, era como si hubiese sabido la letra desde que nació; en realidad parecia un himno que todo el mundo se sabía. Los demás permanecimos en la Sala de Control delante de los altavoces con la luz roja encendida y con la sala a medio oscuras, y sentí como si una banda de gansos hubiése chocado contra mi. Entonces fue cuando tuve la seguridad que éste no era otro grupo local con un personal punto de vista. Grabamos diecisiete canciones durante los tres dias y los mezclamos a la siguiente semana. Poco después las cintas se mandaron a Ivo Watts-Russell de 4AD, quien escogió media docena para publicarlas y, de la letra de “Levitate Me”, sacó el titulo del disco “Come on Pilgrim”.
En los años siguientes, con la publicación de sus nuevos discos, los Pixies conquistaron el mundo. No de la misma forma en que Michael Jackson lo hizo, sino que de una manera mas cautelosa. He oído decir, refiriéndose a los Velvet Underground, que a pesar de que no mucha gente compraba sus discos, todos los que lo hacían formaban una banda. Pienso que esto también es cierto en el caso de los Pixies. El arma secreta de Charles no resultó ser tan secreta y, más tarde o más temprano, todo tipo de bandas estaban explotando las mismas estrategias y sus variadas vertientes. Se convirtió es una nueva especie de fórmula pop y, al cabo de algún tiempo, “Smells Like Teen Spirit” estaba trepando por las listas e incluso los propios miembros de Nirvana dijeron poco después que para todo el mundo sonaba como una canción de los Pixies. Ese fue el principio del fin de la contracultura.
La historia tiene la horrible necesidad de borrar los detalles de forma de los hechos siginificativos prevalezcan al estruendo. Los tres jóvenes que están a mi lado probablemente tenían dos años cuando se encendió la luz roja para “Levitate Me”. ¿Cómo podría explicarles que al mundo al que empezó a gritar Black Francis lo seguía oyendo como un grito y no como un arte? ¿Cómo voy a hacerles comprender que el contexto marca la diferencia en como vemos una obra de arte o una canción de Rock?.
La atónita anciana se ha dado por vencida con los transeúntes y se muestra alegre frente al escaparáte de una tienda de regalos, todavía con la vista fija en el dirigible mientras éste se dirige hacia otra ciudad. Tiene una gran sonrisa en su cara, consciente de que lo ha visto antes de desaparecer y lo ha reconocido, a diferencia de la multitud de esta ciudad costera libre de turistas. Estoy considerando invitarla un refresco y sentarla al lado de los jóvenes-alternativos, porque ella ha tenido la idea correcta. Desafortunadamente, estoy seguro de que nunca ha oido hablar de Charles o Kim o Joey o Dave o de ninguno de sus discos que cambiaron vidas, y que movieron toda esta cultura-turística en la que vivimos unos cuantos metros hacia la izquierda. Creo que podría darles un buen susto a ella y a los jóvenes alternativos si les dijera que: en Septiembre de 1987 los Pixies vinieron a conquistar a los jóvenes, y que lo consiguieron.

Gary Smith, Fort Apache 1997.

1 Comments:

At 9:32 AM, Blogger Q said...

Mi acercamiento a los Pixies fue a través de mi hermano... luego en la U, los escuché a ellos y otros de la llamada música alternativa... estuvieron presentes en mi crecimiento adolescente, así que son parte de mi impronta musical.

 

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